Capítulo 26

Restaurando Fundamentos

Una Obra De Reforma

 La Biblia es una tesorería de verdades preciosas. Cuán agradecidos debemos estar que tenemos tal información, para leer y estudiar. En este capítulo, Ud. aprenderá una parte del plan de Dios para restaurar a su pueblo las verdades por tanto tiempo olvidadas, que tanto necesitamos hoy.

Nuestro Dios es un Dios poderoso–y al estudiar su Palabra y confiar en que nos guiará, él nos abrirá las sendas que nos llevarán hasta la ciudad del gran Rey–a ese maravilloso hogar que él está preparando para nosotros—

LA OBRA de reforma tocante al sábado como día santificado de descanso que debía cumplirse en los últimos días está predicha en la profecía de Isaías 56: "Así dijo Jehová: Guardad derecho y haced justicia: porque cercana está mi salud para venir, y mi justicia para manifestarse. Bienaventurado el hombre que esto hiciere, y el hijo del hombre que esto abrazare: que guarda el sábado de profanarlo, y que guarda su mano de hacer todo mal." "A los hijos de los extranjeros que se llegaren a Jehová para ministrarle, y que amaren el nombre de Jehová para ser sus siervos: todos los que guardaren el sábado de profanarlo, y abrazaren mi pacto, yo los llevaré al monte de mi santidad, y los recrearé en mi casa de oración." Isaías 56:1, 2, 6, 7.

Estas palabras se aplican a la dispensación cristiana, como se ve por el contexto: "Dice Jehová el Señor, el que recoge los dispersos de Israel: Juntaré a él otros todavía, además de los suyos que están ya recogidos." Isaías 56:8. Aquí está anunciada de antemano la reunión de los gentiles por medio del Evangelio. Y una bendición se promete a aquellos que honren entonces el sábado. Así que la obligación del cuarto mandamiento se extiende más acá de la crucifixión, de la resurrección y ascensión de Cristo, hasta cuando sus siervos debían predicar a todas las naciones el mensaje de las buenas nuevas.

El Señor manda por el mismo profeta: "Ata el rollo del testimonio, y sella la ley entre mis discípulos." Isaías 8:16. El sello de la ley de Dios se encuentra en el cuarto mandamiento. Este es el único de los diez mandamientos que contiene tanto el nombre como el título del Legislador. Declara que es el Creador del cielo y de la tierra, y revela así el derecho que tiene para ser reverenciado y adorado sobre todos los demás. Aparte de este precepto, no hay nada en el Decálogo que muestre qué autoridad fue la que promulgó la ley. Cuando el día de reposo fue cambiado por el poder del papa, se le quitó el sello a la ley. Los discípulos de Jesús son llamados a restablecerlo elevando el sábado del cuarto mandamiento a su lugar legítimo como institución conmemorativa del Creador y signo de su autoridad.

"¡A la ley y al testimonio!" Aunque abundan las doctrinas y teorías contradictorias, la ley de Dios es la regla infalible por la cual debe probarse toda opinión, doctrina y teoría. El profeta dice: "Si no hablaren conforme a esta palabra, son aquellos para quienes no ha amanecido." Isaías 8:20.

También se da la orden: "¡Clama a voz en cuello, no te detengas! ¡eleva tu voz como trompeta! ¡declara a mi pueblo su transgresión, a la casa de Jacob sus pecados!" Los que deben ser reconvenidos a causa de sus transgresiones no son los que constituyen el mundo impío, sino aquellos a quienes el Señor designa como "mi pueblo." Dios dice además: "Y con todo, me buscan de día en día, y tienen deleite en aprender mis caminos, como si fuera nación que obra justicia, y que no abandona la ley de su Dios." Isaías 58:1, 2. Aquí se nos presenta a una clase de personas que se creen justas y parecen manifestar gran interés en el servicio de Dios; pero la severa y solemne censura del Escudriñador de corazones prueba que están pisoteando los preceptos divinos.

El profeta nos muestra la ordenanza que ha sido olvidada: "Los cimientos de generación y generación levantarás: y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus palabras; entonces te deleitarás en Jehová." Vers. 12-14. Esta profecía se aplica también a nuestro tiempo. La brecha fue hecha en la ley de Dios cuando el sábado fue cambiado por el poder romano . Pero ha llegado el tiempo en que esa institución divina debe ser restaurada. La brecha debe ser reparada, y levantados los cimientos de muchas generaciones.

Santificado por el reposo y la bendición del Creador, el sábado fue guardado por Adán en su inocencia en el santo Edén; por Adán, caído pero arrepentido, después que fuera arrojado de su feliz morada. Fué guardado por todos los patriarcas, desde Abel hasta el justo Noé, hasta Abrahán y Jacob. Cuando el pueblo escogido estaba en la esclavitud de Egipto, muchos, en medio de la idolatría imperante, perdieron el conocimiento de la ley de Dios, pero cuando el Señor libró a Israel, proclamó su ley con terrible majestad a la multitud reunida para que todos conociesen su voluntad y le temiesen y obedeciesen para siempre.

Desde aquel día hasta hoy, el conocimiento de la ley de Dios se ha conservado en la tierra, y se ha guardado el sábado del cuarto mandamiento. A pesar de que el "hombre de pecado" logró pisotear el día santo de Dios hubo, aun en la época de su supremacía, almas fieles escondidas en lugares secretos, que supieron honrarlo. Desde la Reforma, hubo en cada generación algunas almas que mantuvieron viva su observancia. Aunque fue a menudo en medio de oprobios y persecuciones, nunca se dejó de rendir testimonio constante al carácter perpetuo de la ley de Dios y a la obligación sagrada del sábado de la creación.

Estas verdades, tal cual están presentadas en Apocalipsis 14, en relación con el "evangelio eterno," serán lo que distinga a la iglesia de Cristo cuando el aparezca. Pues, como resultado del triple mensaje, se dice: "Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús." Y éste es el último mensaje que se ha de dar antes que venga el Señor. Inmediatamente después de su proclamación, el profeta vio al Hijo del Hombre venir en gloria para segar la mies de la tierra.

Los que recibieron la luz relativa al santuario y a la inmutabilidad de la ley de Dios, se llenaron de alegría y admiración al ver la belleza y armonía del conjunto de verdad que fue revelado a su entendimiento. Deseaban que esa luz que tan preciosa les resultaba fuese comunicada a todos los cristianos, y no podían menos que creer que la aceptarían con alborozo. Pero las verdades que no podían sino ponerlos en discordia con el mundo no fueron bienvenidas para muchos que profesaban ser discípulos de Cristo. La obediencia al cuarto mandamiento exigía un sacrificio ante el cual la mayoría retrocedía.

Cuando se presentaban las exigencias del sábado, muchos argüían desde el punto de vista mundano, diciendo: "Siempre hemos guardado el domingo, nuestros padres lo guardaron, y muchos hombres buenos y piadosos han muerto felices observándolo. Si ellos tuvieron razón, nosotros también la tenemos. La observancia de este nuevo día de reposo nos haría discrepar con el mundo, y no tendríamos influencia sobre él. ¿Qué puede esperar hacer un pequeño grupo de observadores del séptimo día contra todo el mundo que guarda el domingo? Con argumentos semejantes procuraron los judíos justificar la manera en que rechazaron a Cristo. Sus padres habían agradado a Dios presentándole ofrendas y sacrificios, ¿por qué no alcanzarían los hijos salvación siguiendo el mismo camino? Así también, en días de Lutero, los papistas decían que cristianos verdaderos habían muerto en la fe católica, y que por consiguiente esa religión bastaba para salvarse. Este modo de argumentar iba a resultar en verdadero obstáculo para todo progreso en la fe en la práctica de la religión.

Muchos insistían en que la observancia del domingo había sido una doctrina establecida y una costumbre muy general de la iglesia durante muchos siglos. Contra este argumento se adujo el de que el sábado y su observancia eran más antiguos y se habían generalizado más; que eran tan antiguos como el mismo mundo, y que llevaban la sanción de los ángeles y de Dios. Cuando fueron puestos los fundamentos de la tierra, cuando los astros de la mañana alababan a una, y se regocijaban todos los hijos de Dios, entonces fue puesto el fundamento del sábado. Job 38:6, 7; Génesis 2:13. Bien puede esta institución exigir nuestra reverencia: no fue ordenada por ninguna autoridad humana, ni descansa sobre ninguna tradición humana; fue establecida por el Anciano de días y ordenada por su Palabra eterna.

Cuando se llamó la atención de la gente a la reforma tocante al sábado, sus ministros pervirtieron la Palabra de Dios, interpretándola del modo que mejor tranquilizara los espíritus inquisitivos. Y los que no escudriñaban las Escrituras por sí mismos se contentaron con aceptar las conclusiones que estaban en conformidad con sus deseos. Mediante argumentos y sofismas, con las tradiciones de los padres y la autoridad de la iglesia, muchos trataron de echar abajo la verdad. Pero los defensores de ella recurrieron a la Biblia para defender la validez del cuarto mandamiento. Humildes cristianos, armados con sólo la Palabra de verdad, resistieron los ataques de hombres de saber, que, con sorpresa e ira, tuvieron que convencerse de la ineficacia de sus elocuentes sofismas ante los argumentos sencillos y contundentes de hombres versados en las Sagradas Escrituras más bien que en las sutilezas de las escuelas.

A falta de testimonio bíblico a su favor, muchos, olvidando que el mismo modo de argumentar había sido empleado contra Cristo y sus apóstoles, decían con porfiado empeño: "¿Por qué nuestros hombres ilustres no entienden esta cuestión del sábado? Pocos creen como vosotros. Es imposible que tengáis razón, y que todos los sabios del mundo estén equivocados."

Para refutar semejantes argumentos bastaba con citar las enseñanzas de las Santas Escrituras y la historia de las dispensaciones del Señor para con su pueblo en todas las edades. Dios obra por medio de los que oyen su voz y la obedecen, de aquellos que en caso necesario dirán verdades amargas, aquellos que no temen censurar los pecados populares. La razón por la cual el no escoge más a menudo a hombres de saber y encumbrados para dirigir los movimientos de reforma, es porque confían en sus credos, teorías y sistemas teológicos, y no sienten la necesidad de ser enseñados por Dios. Sólo aquellos que están en unión personal con la Fuente de la sabiduría son capaces de comprender o explicar las Escrituras. Los hombres poco versados en conocimientos escolásticos son llamados a veces a declarar la verdad, no porque son ignorantes sino porque son demasiado orgullosos para dejarse enseñar por Dios. Ellos aprenden en la escuela de Cristo, y su humildad y obediencia los hace grandes. Al concederles el conocimiento de su verdad, Dios les confiere un honor en comparación con el cual los honores terrenales y la grandeza humana son insignificantes.

La mayoría de los que habían esperado el advenimiento de Cristo rechazó las verdades relativas al santuario y a la ley de Dios, y muchos renunciaron además a la fe en el movimiento adventista para adoptar pareceres erróneos y contradictorios acerca de las profecías que se aplicaban a ese movimiento. Muchos incurrieron en el error de fijar por repetidas veces una fecha precisa para la venida de Cristo. La luz que brillaba entonces respecto del asunto del santuario les habría enseñado que ningún período profético se extiende hasta el segundo advenimiento; que el tiempo exacto de este acontecimiento no está predicho. Pero, habiéndose apartado de la luz, se empeñaron en fijar fecha tras fecha para la venida del Señor, y cada vez fueron chasqueados.

Cuando la iglesia de Tesalónica adoptó falsas creencias respecto a la venida de Cristo, el apóstol Pablo aconsejó a los cristianos de dicha iglesia que examinaran cuidadosamente sus esperanzas y sus deseos por la Palabra de Dios. Les citó profecías que revelaban los acontecimientos que debían realizarse antes de que Cristo viniese, y les hizo ver que no tenían razón alguna para esperarle en su propio tiempo. "No dejéis que nadie os engañe en manera alguna" 2 Tesalonicenses 2:3, fueron sus palabras de amonestación. Si se entregaban a esperanzas no sancionadas por las Sagradas Escrituras, se verían inducidos a seguir una conducta errónea; el chasco los expondría a la mofa de los incrédulos, correrían peligro de ceder al desaliento, y estarían tentados a poner en duda las verdades esenciales para su salvación. La amonestación del apóstol a los Tesalonicenses encierra una importante lección para los que viven en los últimos días. Muchos de los que esperaban la venida de Cristo pensaban que no podían ser celosos y diligentes en la obra de preparación, a menos que cimentaran su fe en una fecha definida para esa venida del Señor. Pero como sus esperanzas no fueron estimuladas una y otra vez sino para ser defraudadas, su fe recibió tales golpes que llegó a ser casi imposible que las grandes verdades de la profecía hiciesen impresión en ellos.

La mención de una fecha precisa para el juicio, en la proclamación del primer mensaje, fue ordenada por Dios. La computación de los períodos proféticos en que se basa ese mensaje, que colocan el término de los 2,300 días en el otoño de 1,844, puede subsistir sin inconveniente. Los repetidos esfuerzos hechos con el objeto de encontrar nuevas fechas para el principio y fin de los períodos proféticos, y los argumentos para sostener este modo de ver, no sólo alejan de la verdad presente, sino que desacreditan todos los esfuerzos para explicar las profecías. Cuanto más a menudo se fije fecha para el segundo advenimiento, y cuanto mayor sea la difusión recibida por una enseñanza tal, tanto mejor responde a los propósitos de Satanás. Una vez transcurrida la fecha, él cubre de ridículo y desprecio a quienes la anunciaron y echa oprobio contra el gran movimiento adventista de 1,843 y 1,844. Los que persisten en este error llegarán al fin a fijar una fecha demasiado remota para la venida de Cristo. Ello los arrullará en una falsa seguridad, y muchos sólo se desengañarán cuando sea tarde.

La historia del antiguo Israel es un ejemplo patente de lo que experimentaron los adventistas. Dios dirigió a su pueblo en el movimiento adventista, así como sacó a los israelitas de Egipto. Cuando el gran desengaño, su fe fue probada como lo fue la de los Hebreos cerca del Mar Rojo. Si hubiesen seguido confiando en la mano que los había guiado y que había estado con ellos hasta entonces, habrían visto la salvación de Dios. Si todos los que habían trabajado unidos en la obra de 1,844 hubiesen recibido el mensaje del tercer ángel, y lo hubiesen proclamado en el poder del Espíritu Santo, el Señor habría actuado poderosamente por los esfuerzos de ellos. Raudales de luz habrían sido derramados sobre el mundo. Años haría que los habitantes de la tierra habrían sido avisados, la obra final se habría consumado, y Cristo habría venido para redimir a su pueblo.

No era voluntad de Dios que Israel peregrinase durante cuarenta años en el desierto; lo que el quería era conducirlo a la tierra de Canaán y establecerlo allí como pueblo santo y feliz. Pero "no pudieron entrar a causa de incredulidad." Hebreos 3:19. Perecieron en el desierto a causa de su apostasía, y otros fueron suscitados para entrar en la tierra prometida. Asimismo, no era la voluntad de Dios que la venida de Cristo se dilatara tanto, y que su pueblo permaneciese por tantos años en este mundo de pecado e infortunio. Pero la incredulidad lo separó de Dios. Como se negara a hacer la obra que le había señalado, otros fueron los llamados para proclamar el mensaje. Por misericordia para con el mundo, Jesús retarda su venida para que los pecadores tengan oportunidad de oír el aviso y de encontrar amparo en el antes que se desate la ira de Dios.

Hogaño como antaño, la predicación de una verdad que reprueba los pecados y los errores del tiempo, despertará oposición. "Porque todo aquel que obra el mal, odia la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas." Juan 3:20. Cuando los hombres ven que no pueden sostener su actitud por las Sagradas Escrituras, muchos resuelven sostenerla a todo trance, y con espíritu malévolo atacan el carácter y los motivos de los que defienden las verdades que no son populares. Es la misma política que se siguió en todas las edades. Elías fue acusado de turbar a Israel, Jeremías lo fue de traidor, y Pablo de profanador del templo. Desde entonces hasta ahora, los que quisieron ser leales a la verdad fueron denunciados como sediciosos, herejes o cismáticos. Multitudes que son demasiado descreídas para aceptar la palabra segura de la profecía, aceptarán con ilimitada credulidad la acusación dirigida contra los que se atreven a reprobar los pecados de moda. Esta tendencia irá desarrollándose más y más. Y la Biblia enseña a las claras que se va acercando el tiempo en que las leyes del estado estarán en tal contradicción con la ley de Dios, que quien quiera obedecer a todos los preceptos divinos tendrá que arrostrar censuras y castigos como un malhechor.

En vista de esto, ¿cuál es el deber del mensajero de la verdad? ¿Llegará tal vez a la conclusión de que no se debe predicar la verdad, puesto que a menudo no produce otro efecto que el de empujar a los hombres a burlar o resistir sus exigencias? No; el hecho de que el testimonio de la Palabra de Dios despierte oposición no le da motivo para callarlo, como no se lo dio a los reformadores anteriores. La confesión de fe que hicieron los santos y los mártires fue registrada para beneficio de las generaciones venideras. Los ejemplos vivos de santidad y de perseverante integridad llegaron hasta nosotros para inspirar valor a los que son llamados ahora a actuar como testigos de Dios. Recibieron gracia y verdad, no para sí solos, sino para que, por intermedio de ellos, el conocimiento de Dios iluminase la tierra. ¿Ha dado Dios luz a sus siervos en esta generación? En tal caso deben dejarla brillar para el mundo.

Antiguamente el Señor declaró a uno que hablaba en su nombre: "La casa de Israel empero no querrá escucharte a ti, porque no quieren escucharme a mí." Sin embargo, dijo: "Les hablarás mis palabras, ora que oigan, ora que dejen de oír." Ezequiel 3:7; 2:7. Al siervo de Dios en nuestros días se dirige la orden: "¡Eleva tu voz como trompeta! ¡declara a mi pueblo su transgresión, a la casa de Jacob sus pecados!"

En la medida de sus oportunidades, pesa sobre todo aquel que recibió la verdad la misma solemne y terrible responsabilidad que pesara sobre el profeta a quien el Señor dijo: "Hijo del Hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; por tanto, oirás de mi boca la palabra, y les amonestarás de mi parte. Cuando yo digo al inicuo: ¡Oh hombre inicuo, ciertamente morirás! si tú no hablas para amonestar al inicuo de su camino, él, siendo inicuo, en su iniquidad morirá; mas su sangre yo la demandaré de tu mano. Pero cuando tú hubieres amonestado al inicuo de su camino, para que se vuelva de él, si no se volviere de su camino, por su culpa morirá; mas tú has librado a tu alma." Ezequiel 33:7-9.

El gran obstáculo que se opone a la aceptación y a la proclamación de la verdad, es la circunstancia de que ella acarrea inconvenientes y oprobio. Este es el único argumento contra la verdad que sus defensores no han podido nunca refutar. Pero esto no arredra a los verdaderos siervos de Cristo. Ellos no esperan hasta que la verdad se haga popular. Convencidos como lo están de su deber, aceptan resueltamente la cruz, confiados con el apóstol Pablo en que "lo momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria," "teniendo—como antaño Moisés—por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios. 2 Corintios 4:17; Hebreos 11:26.

Cualquiera que sea su profesión de fe, sólo los que son esclavos del mundo en sus corazones obran por política más bien que por principio en asuntos religiosos. Debemos escoger lo justo porque es justo, y dejar a Dios las consecuencias. El mundo debe sus grandes reformas a los hombres de principios, fe y arrojo. Esos son los hombres capaces de llevar adelante la obra de reforma para nuestra época.

Así dice el Señor: "¡Escuchadme, los que conocéis la justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley! no temáis el vituperio de los hombres, ni os acobardéis con motivo de sus ultrajes: porque como a un vestido, los consumirá la polilla, y, como a lana, los consumirá el gusano; mas mi justicia durará para siempre, y mi salvación de siglo en siglo." Isaías 51:7, 8.

EL CICLO SEMANAL

Los escritos de los historiadores, los archivos de los cronógrafos, los idiomas de la tierra, los calendarios, y la existencia de la raza judía–todos testifican del hecho que el ciclo semanal en nuestros calendarios actuales es el mismo que el de los primeros siglos–regresando hasta el tiempo de Cristo, de Moisés, y más allá.

En el principio, Dios nos dio el ciclo semanal de siete días, siendo el sábado el último día. Ese patrón nunca ha cambiado. El séptimo día de la semana actual es el verdadero sábado de la Biblia. Nuestro séptimo día es el sábado que Cristo guardó; era el sábado en el tiempo de Moisés cuando los Diez Mandamientos fueron escritos. Los historiadores y los científicos están de acuerdo que esto es verdad.

Si hubiera habido algún cambio en el ciclo semanal, entre el tiempo de la creación al tiempo de Moisés, habría habido una corrección cuando los Diez Mandamientos fueron dados a los Hebreos. Desde entonces, hasta el presente, siempre ha habido Judíos que testifican en cuanto al verdadero sábado. Es el mismo séptimo día de la semana que está en nuestros calendarios. Mientras que todas las razas antiguas están ahora mezcladas, los Judíos se han mantenido separados, así que ellos pueden testificar que nuestro séptimo día es el sábado de la Biblia!

El ciclo anual ha sido cambiado. En 1,582, la longitud del año fue cambiada para incluir el año bisiesto. Este cambio resultó en que octubre de 1,582 tuvo solamente 21 días! Pero cada semana se mantuvo lo mismo, de siete días. Al jueves 4 de octubre le siguió el viernes, 15 de octubre. Dios ha protegido divinamente el ciclo semanal a través de las edades. Si él no hubiera hecho ésto, sería imposible santificar el sábado, como él lo ha mandado. Pero no tenemos excusa para no guardarlo, porque él lo ha mandado. El séptimo día es un día santo; hecho santo por el mandato de Dios. Todos los calendarios están de acuerdo: el séptimo día es el sábado. El domingo es el primer día de la semana.

En 108 de los 160 idiomas de la humanidad, el séptimo día es llamado "el sábado"! Sabía eso? El inglés es uno de los pocos idiomas mayores en el cual no se le llama "sábado" al séptimo día.

Aquí presento diez ejemplos: Hebreo: Shabbath / Griego: Sabbaton / Latín: Sabbatum / Arabe: Assabit / Persa: Shambin / Ruso: Subbota / Hindustánico: Shamba / Francés: Samedi / Italiano: Sabbato / Español: sábado.

"Calculando los eclipses, puede ser probado que no se ha perdido tiempo, y que los días de la creación fueron siete, divididos en 24 horas cada uno."–Dr. Hinkley, The Watchman, julio 1926 [Hinkley era un astrónomo muy conocido].

"La raza humana nunca perdió la secuencia septenaria [siete días] de los días de la semana, ya que el sábado de estos últimos tiempos nos viene desde Adán, a través de las edades, sin un solo lapso."–Dr. Totten, profesor de astronomía de la Universidad de Yale.

"El siete ha sido el número antiguo respetado entre las naciones de la tierra. Han medido su tiempo por semanas desde el principio. El origen de ésto es el sábado de Dios, y Moisés ha dado las razones para ello en sus escritos."–Dr. Lyman Coleman.

"No ha habido ningún cambio en nuestro calendario en los siglos pasados que haya afectado en ninguna manera el ciclo semanal."–James Robertson, Director de American Ephemeris, Navy Department, U.S. Naval Observatory, Washington, D.C., 12 de marzo de 1,932.

"Se puede decir con seguridad que ni un día ha sido perdido desde la creación, y que aunque ha habido cambios en el calendario, no se ha quebrado el ciclo semanal."–Dr. Frank Jeffries, Fellow of the Royal Astronomical Society and Research Director of the Royal Observatory, Greenwich, England.

Es notable cuán completa es la evidencia Bíblica e histórica corroborando el hecho de que el sábado de la Biblia nos fue dado por el Dios del cielo. Guardemos el sábado que Jesús guardó! El adoró en el sábado de la Biblia, y nunca nos dijo que dejáramos de guardarlo. Nadie más en la Biblia nos dijo, tampoco. El séptimo día es el sábado, porque Dios nunca lo cambió.

EL CATOLICISMO DECLARA

"El domingo es una institución Católica, y sus demandas para observarlo pueden ser defendidas solo sobre principios Católicos...Desde el principio hasta el fin de la Escritura, no hay un solo pasaje que garantiza la transferencia de la adoración pública semanal del último día de la semana al primero."—Catholic Press, Sidney, Australia, Agosto, 1900.

"El Protestantismo, al desechar la autoridad de la Iglesia (Católica-Romana), no tiene buenas razones para su teoría del domingo, y debiera lógicamente guardar el día sábado como día de descanso."—John Gilmary Shea, en la American Catholic Quarterly Review, enero 1883.

"Está bien recordar a los Presbiterianos, Bautistas, Metodistas y a todos los demás cristianos, que la Biblia no los apoya en ningún lugar en su observancia del domingo. El domingo es una institución de la Iglesia Católica Romana. Ya que los que observan ese día observan un mandamiento de la Iglesia Católica."—Sacerdote Brady, en un Discurso reportado en "The Elizabeth, N.J. News" del 18 de Marzo de 1903.

"Pregunta—¿Tienen ustedes otra forma para probar que la Iglesia (Católica) tiene poder para instituir fiestas como precepto (ordenando días santos)?

"Respuesta—Si no tuviera ella semejante poder no habría hecho eso en lo cual todos los modernos religiosos acuerdan con ella; ella no podría haber sustituído la observancia del domingo, el primer día de la semana, un cambio para el cual no hay autoridad en la Escritura."—Stephan Keenan, en Doctrinal Catechism, pág. 176.

"La razón y el sentido común demandan la aceptación de una u otra de estas alternativas: el Protestantismo y la santificación del sábado o el Catolicismo y la santificación del domingo. Un compromiso o acuerdo es imposible.—"The Catholic Mirror, 23 de Diciembre de 1,893.

"Dios dio simplemente a su Iglesia (Católica) el poder de poner a un lado cualquier día o días, que ella convenientemente juzgara como días santos. La Iglesia escogió el domingo, el primer día de la semana, y en el transcurso del tiempo añadió otros días, como días santos."—Vincent J. Kelly, Forbidden Sunday and Feast-Day Occupations, p.2.

"Los Protestantes....aceptan el domingo en vez del sábado como el día para el culto público después que la Iglesia Católica hizo el cambio...pero la mentalidad protestante no parece reconocer eso al aceptar la Biblia; al observar el domingo ellos están aceptando la autoridad del vocero de la Iglesia, el Papa."—"Our Sunday Visitor," 5 de febrero de 1,950.

"Nosotros sostenemos sobre esta tierra el lugar de Dios Todopoderoso."—Papa Leo XIII, carta encíclica fechada 20 de Junio de 1,894, Las grandes cartas encíclicas de Leo XIII, p. 304.

"No el Creador del universo, en Génesis 2:1-3,—sino la Iglesia Católica puede reclamar el honor de haberle dado al hombre una pausa al trabajo cada siete días."—S.C. Mosna, "Stone della Domenica, 1,969, pp. 366-367.

"El Papa no es solo el representante de Jesucristo, sino Cristo mismo escondido bajo el velo de la carne."—The Catholic National," Julio 1,895.

"Si los Protestantes siguieran la Biblia, adorarían a Dios en el día sábado. Al guardar el domingo ellos están siguiendo una ley de la Iglesia Católica."—Albert Smith, Chancellor of the Archdiocesi of Baltimore, respondiendo por el cardenal, en una carta fechada el 10 de febrero de 1,920.

"Nosotros definimos que la Santa Sede Apostólica (el Vaticano) y el Pontífice Romano tienen la primacía sobre el mundo entero."—Un decreto del Concilio de Trent, tomado por Philippe Labbe y Gabriel Cossart, "The Most Holy Councils," col. 1167.

"Fue la lglesia Católica la cual, por autoridad de Jesucristo, la que transfirió el descanso (del sábado de la Biblia) al domingo...Así la observancia del domingo por los Protestantes es un homenaje que pagan, a pesar de ellos mismos, a la autoridad de la Iglesia (Católica)."—Monsignor Louis Segur Plain Talk about the Protestantism of Today. p.213.

"Nosotros observamos el domingo en vez del sábado porque la Iglesia Católica transfirió la solemnidad del sábado al domingo."—Peter Geiermann, CSSR, A Doctrinal Catechism, 1,957 edition, p. 50.

"Nosotros los Católicos, entonces, tenemos precisamente la misma autoridad para guardar el domingo como Día Santo en vez del sábado, que la que tenemos para cualquier otro artículo de nuestro credo, a saber, la autoridad de la lglesia...Mientras que ustedes que son Protestantes no tienen realmente la autoridad para ello en lo absoluto; porque no hay autoridad para ésta (la santidad del domingo) en la Biblia, y ustedes estarán de acuerdo que no hay tal autoridad en ninguna otra parte. Ambos, tanto ustedes como nosotros, en realidad, seguimos la tradición en este asunto; pero la seguimos, creyéndola ser una parte de la palabra de Dios, y la Iglesia (Católica) ser su designada guardián e intérprete; ustedes la siguen (la Iglesia Católica), denunciándola todo el tiempo como falible y guía traidora.--The Brotherhood of St. Paul, "The Clifton tracts," Volume 4, p, 15.

"La Iglesia cambió la observancia del sábado al domingo por derecho de la divina, infalible autoridad dada a ella por su fundador, Jesucristo. Los protestantes, asegurando que la Biblia es la única guía de fe, no tienen garantía para la observancia del domingo. En este asunto el Adventista del Séptimo Día es el único protestante que es consistente."—The Catholic Universe Bulletin, 14 de agosto, 1,942, p. 4.

La Biblia es nuestra única salvaguardia. Cristo nos ayudará a obedecerla.

EL PROTESTANTISMO DECLARA

Bautista: "Había y hay un mandamiento acerca de guardar el sábado, pero ese día sábado no era el domingo. Sin embargo se puede decir, y con muestra de triunfo, que el sábado fue transferido del séptimo día al primer día, con todos sus deberes, privilegios y sanciones. Con un ardiente deseo sobre este tópico, que he estudiado durante muchos años, yo pregunto, ¿dónde puede el archivo de esta transacción encontrarse? No en el Nuevo Testamento—ahí no hay nada. No hay evidencia bíblica del cambio de la institución del séptimo día al primer día."—Dr. E. I. Hiscox, autor del Baptist Manual.

Congregacionalistas: "Está muy claro que no importa cuán rígidos o consagrados pasemos el domingo, no estamos guardando el sábado...El sábado fue fundado sobre un mandamiento específico y divino. No podemos encontrar un mandamiento específico del domingo...No hay una sola línea en el Nuevo Testamento que sugiere que incurrimos alguna pena por violar la supuesta santidad del domingo."—R. W. Dale, en The Ten Commandments, pp. 106-107.

Iglesia Libre de los Luteranos: "Por cuanto no se pudo producir un solo lugar en las Sagradas Escrituras que testifique que el Señor mismo o sus apóstoles ordenaron una transferencia del sábado al domingo, no fue fácil contestar la pregunta: ¿quién ha transferido el sábado y quién tiene la autoridad para hacerlo?"—Ceorge Sverdrup, A New Day.

Episcopal Protestante: "El día ahora ha cambiado del séptimo al primer día...pero como no encontramos con alguna dirección bíblica tal cambio, concluímos que fue hecho por la autoridad de la iglesia."— Explanation of the Catechism.

Bautista: "Las Escrituras no llaman, en ningún lugar, sábado al primer día de la semana (Sabbath)...No hay autoridad bíblica para hacerlo, ni por supuesto, alguna obligación bíblica."—The Watchman.

Presbiteriana: "No hay ni una palabra en el Nuevo Testamento sobre la abstinencia del trabajo en domingo. La observancia del Miércoles de Ceniza, o Semana Santa, tiene su fundación sobre la misma base que la observancia del domingo. Al descanso Dominical no entra la ley divina."—Canon Eyton, Ten Commandments.

Anglicana: "Y en dónde se nos dice en las Escrituras que hemos de guardar el primer día? Se nos exige que guardemos el séptimo; pero en ningún lugar se nos exige la observancia del primer día."—Isaac Williams, Plain Sermons on the Catechism, pp. 334, 336.

Metodista: "Es verdad que no hay un mandato claro y positivo sobre el bautismo infantil. Ni de guardar el primer día como día santo. Muchos creen que Cristo cambió el sábado. Pero en sus propias palabras vemos que no vino con ese propósito. Aquellos que creen que Jesús cambió el sábado se basan solamente en una suposición."—Amos Binney, Theological Compendium, pp. 180-181.

Episcopal: "Hemos hecho el cambio del día séptimo al primer día, del sábado al domingo, sobre la autoridad de la Iglesia Santa, Apostólica y Católica de Cristo."—Bishop Seymour, Why We Keep Sunday.

Bautista Del Sur: "El nombre sagrado del séptimo día es sábado. Este hecho es demasiado obvio para refutar (Exodo 20:10)...En este punto las enseñanzas de la palabra han sido admitidas en todas las generaciones...Los discípulos nunca aplicaron la ley sabática al primer día de la semana (esta locura se realizó en un tiempo futuro), ni pretendieron que el primer día suplantara el séptimo."—Joseph Judson Taylor, The Sabbatic Question, pp. 14-17, 41.

Congregacionalista Americana: "La noción actual, que Cristo y sus apóstoles autoritariamente substituyeron el primer día por el séptimo, es absolutamente sin autoridad en el Nuevo Testamento."—Dr. Lyman Abbot, Christian Union, Junio 26, 1,890.

Iglesia Cristiana: "Ahora no hay testimonio en todos los oráculos del cielo que el sábado fue cambiado, o que el ‘Día del Señor vino en su lugar."—Alexander Campbell, Reporter, 8 de Octubre de 1,921.

Discípulos De Cristo: "No hay autoridad alguna directamente de las Escrituras designando el primer día como el ‘Día del Señor.’"—Dr. D.H. Lucas, Christian Oracle, Enero 23 de 1,890.

Bautista: "Se me hace inexplicable que Jesús, durante tres años de discusiones con sus discípulos, en muchas oportunidades hablando sobre el sábado, cubriendo sus varios aspectos, librándolos de todo su brillo falso (tradiciones judías), nunca aludió a la transferencia de es e día; ni tampoco, durante los cuarenta días después de su resurrección, lo insinuó. Ni, hasta donde sabemos, el Espíritu (Santo), que les fue dado para recordar todas las cosas que el les dijo, haya traído algo a la luz. Ni los apóstoles inspirados, en su trabajo de la predicación del evangelio y la fundación de iglesias, aconsejando e instruyendo; discutieron o consideraron este tema.

"Claro, yo sé muy bien que el domingo vino a entrar en la historia cristiana como un día religioso, como aprendimos de nuestros Padres Cristianos y otras fuentes. Pero qué lástima que haya venido con una marca del paganismo y bautizado con el nombre del dios sol, luego adoptado y santificado por la apostasía papal y legado como algo sagrado al protestantismo."—Dr. E. T. Hiscox, reportaje sobre su sermón en la convención Ministerial Bautista en el New York Examiner, noviembre 16 de 1,893.

 La Santidad Dominical no se Exige ni se Practica en la Biblia

COMO FUE CAMBIADO EL SABADO AL DOMINGO

"Existen pocas cosas que impresionan la mente del estudiante cuidadoso de la antigua historia eclesiástica con tanta fuerza mas que aquel período inicial en donde muchas de las corrupciones del cristiano, que están incorporadas en el sistema romano, se levantaron; sin embargo no se supone que los originadores de muchas de estas nociones y prácticas quienes implementaron estos gérmenes de corrupción, anticiparon o se imaginaron que crecería a ser un sistema vasto y horrible de superstición y error como la del papado."—John Dowling, History of Romanism, edición 13a, p. 65.

"Sería un error atribuir (la santificación del domingo) a una decisión definitiva de los apóstoles. No hay tal decisión mencionada en los documentos apostólicos (esto es el Nuevo Testamento)."—Antoine Villien, A History of the Commandments of the Church, 1,915 p. 23.

"Se tiene que confesar que no hay ley en el Nuevo Testamento acerca del primer día."—McClintock y Strong, "Cyclopedia of Biblical, Theological and Ecclesiastical Literature," Vol. 9, p. 196.

"Ritos y ceremonias, de los cuales Pablo ni Pedro oyeron hablar, entraron silenciosamente y clamaron el rango de instituciones divinas. Oficiales (de la Iglesia) para los cuales los discípulos no hubieran podido encontrar lugar, y títulos, que para ellos hubieran sido incomprensibles, empezaron a llamar la atención y a ser designados como apostólicos."—William D. Killen, The Ancient Church, p. 16.

"Hasta muy entrado el segundo siglo (cien años después de Cristo) no encontramos la mas leve indicación en nuestras fuentes, que los Cristianos hayan marcado el domingo por ninguna clase de abstención."—W. Rordorf, domingo, p. 157.

"El antiguo sábado permaneció y fue observado...por los Cristianos de la Iglesia oriental (en el área cerca de Palestina) por más de trescientos años después de la muerte de nuestro Salvador."—A Learned Treatise of the Sabbath, p. 77.

"Los cristianos modernos que hablan de guardar el domingo como día ‘santo’, como en las sobresalientes ‘Leyes Azules’ de América colonial, deben saber que como ‘santo’ día de descanso, y cesación de trabajo y diversiones, el domingo fue desconocido por Jesús...No formó parte de la enseñanza en la Iglesia primitiva y se volvió ‘sagrado’ solamente en el transcurso del tiempo. Fuera de la Iglesia su observancia fue legalizada para el Imperio Romano a través de una serie de decretos, empezando con el famoso decreto de Constantino en el año 321 D.C., un edicto debido a sus ideas políticas y sociales."—W. W. Hyde, Paganism to Christianity in the Roman Empire, 1946, p. 257.

"El festival del domingo, como todos los otros días festivos, siempre fue un mandato de hombre, y no fue la intención de los Apóstoles el establecer un mandato divino en este respecto, lejos de ellos y de la Iglesia Apostólica de los primeros siglos de transferir las leyes del sábado al domingo."—Augustus Neander, an The History of the Christian Religion and Church, 1,843, p. 186.

"La iglesia (Católica) tomó el escudo de fe pagano contra los gentiles. Tomó el Panteón Romano (templo a todos sus dioses), y lo hizo sagrado a todos los mártires; y así es hasta el día de hoy. Tomó el domingo pagano y lo convirtió en el domingo cristiano...El sol era el dios principal de los paganos, Balder el Hermoso: el ‘dios blanco’ como lo llamaban los antiguos escandinavos. El sol tiene sus adoradores en este mismo momento en Persia y otras tierras...De manera que la Iglesia parece haber dicho, ‘mantengan ese nombre pagano, seguirá siendo sagrado y santificado.’ Y así el domingo pagano, dedicado a Balder, se convirtió en el domingo cristiano, sagrado a Jesús. El sol es un emblema muy adecuado para Jesús. Los Padres a menudo comparaban a Jesús con el sol; igual que a María con la luna."— William L. Gildea, "Paschale Gaudium," en The Catholic World," p. 58, Marzo de 1,894.

"La iglesia hizo un día sagrado del domingo...Mayormente porque era el festival semanal del sol; -- porque era una política cristiana definitiva adueñarse de las fiestas paganas tan aceptadas por la gente por tradición y darles un significado cristiano."—Arthur Weigall, The Paganism in Our Christianity," 1,928, p. 145

"Los restos del conflicto (entre la religión Cristiana y la Mitriana) se encontrarán en dos instituciones adoptadas de su rival por la Cristiandad en el siglo cuarto; los dos días sagrados eran Diciembre 25, ‘Dies Natalis Solis’ (Nacimiento del Sol), como el nacimiento de Jesús, y domingo, ‘El día Venerable del Sol,’ como Constantino lo llamó an su edicto del año 321."—Walter Woodburn Hyde, "Paganism To Christianity in the Roman Empire, p. 60.

"¿No es extraño que el domingo es casi universalmente observado cuando las Sagradas Escrituras no lo autorizan? Satanás, el gran falsificador, trabajó a través del ‘misterio de la iniquidad’ para introducir un sábado falso para reemplazar el verdadero sábado de Dios. El domingo (como institución Católica) queda lado a lado con Miércoles de Ceniza, domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo, domingo de la Resurrección, Corpus Christi, Día de Ia Asunción, Día de Todos los Santos, Navidad, y una cantidad de días festivos demasiado numerosos para enumerar. Esta colección de días festivos Católicos Romanos y días de ayuno son todos hechos por el hombre. Ninguno de ellos lleva las credenciales divinas del autor de la Palabra."—M.E. Walsh.

"La adoración al sol fue la más antigua idolatría."— Fausset Bible Dictionary, p. 666

La adoración al sol fue uno de los componentes mas antiguos de la religión Romana."—Gaston H. Halsberge, The Cult of Sol Invictus," 1,972, p. 26.

"Babilonia, la madre de las rameras, derivó muchas de sus enseñanzas de Roma Pagana y, por ende, de Babilonia. El culto al sol—que llevó a la observancia del domingo,— fue uno de esos pedacitos del paganismo que surgió de tradiciones paganas de la antigua Babilonia: La teología solar de los Caldeos tuvo un efecto decisivo sobre el desarrollo final del paganismo semítico..(Los llevó a) mirar al sol como poder directo del sistema cósmico. Desde entonces todos los Baales fueron convertidos en soles; el sol de por sí siendo el centro motriz de otras estrellas—eterno e ‘invencible’...Tal fue la forma final alcanzada por la religión de los Semitas, y luego por los Romanos cuando levantaron el ‘Sol Invictus’ (el Sol Invencible) al rango de la divinidad suprema en el Imperio."—Franz F.V.M. Cummont, en Astrology and Religion Among the Greeks and Romans, p. 55.

"Cuando el cristianismo conquistó a Roma, la estructura eclesiástica de la iglesia pagana, el título y la vestimenta del ‘pontifex maximus,’ el culto a la diosa ‘gran madre’ y una multitud de divinidades,...el gozo o solemnidad de festivales antiguos, y la pompa de ceremonias inmemoriales, pasaron como sangre material hacia la nueva religión,—y Roma cautiva, cautivó a su conquistador. Las riendas y los talentos del gobierno fueron transferidos por un imperio moribundo a un papado viril."— Durant, Caesar and Christ, p. 672.

"El poder de los Césares vivió de nuevo en el domingo universal de los Papas."—HG. Guiness, Romanism and the Reformation.

"Como dos ríos sagrados que fluyen del paraíso, la Biblia y las tradiciones divinas contienen la Palabra de Dios, las gemas preciosas de la verdad revelada. Aunque estas dos corrientes divinas son de por si, de acuerdo a sus orígenes divinos, de igual santidad, y ambas llenas de verdad revelada, sin embargo, de las dos, tradición (los dichos de los papas y concilios) es para nosotros la más clara y segura."—Di Bruno, Catholic Belief p. 33.

"Sin duda la primera ley, ya sea eclesiástica o civil, por la cual la observancia sabática de ese día (domingo) fue ordenada, es el edicto de Constantino en el año 321 D.C."—Chamber’s Encyclopedia," artículo "sábado."

Aquí está la primera ley dominical en la historia, un decreto legal por Constantino I (reinó desde 306 hasta 337 D.C): "En el Venerable Día del Sol ["Venerable die Solis"--el sagrado día del Sol] que los magistrados y los que viven en las ciudades, descansen, y que todos los talleres sean cerrados. En el campo, sin embargo, los agricultores pueden, libre y legalmente, continuar con sus propósitos; porque acontece a menudo que ningún otro día es tan adecuado para la siembra del grano o para plantar la viña; no sea que por descuidar el momento propicio para tales operaciones perdamos las bendiciones concedidas por el cielo—dado el 7 día de marzo (321 D.C.) Crispus y Constantino siendo cónsul cada uno de ellos por segunda vez."--The First Sunday Law of Constantine I, "Codex Justinianus," lib. 3, tit. 12, 3; trans. in Phillip Schaff, History of the Christian Church, vol. 3, p. 380.

"Este (decreto de domingo de Constantino de marzo 321) es la ley dominical ‘paterna’ haciéndole un día de descanso del trabajo. De aquel tiempo hasta hoy ha habido decretos acerca de la observancia del domingo que han influenciado profundamente las sociedades Europeas y Americanas. Cuando la iglesia llegó a ser parte del estado bajo los emperadores cristianos, la observancia del domingo fue hecha obligatoria por estatutos civiles, y luego cuando el imperio pasó, la iglesia, en las manos del papado, la hizo obligatoria por decretos eclesiásticos y civiles."—Walter W. Hyde, Paganism to Christianity in the Roman Empire," 1946, p. 261.

"El decreto de Constantino marca el principio de una larga, aunque intermitente, serie de decretos imperiales en defensa del descanso Dominical."—Vincent J. Kelly, Forbidden Sunday and Feast-Day Occupations," 1943, p. 29.

"Constantino trabajó incansablemente durante este tiempo para unir los adoradores de la antigua religión con los de la nueva en una sola. Todas sus leyes y sus invenciones fueron dirigidas a promover esta amalgamación de medios para purificar el paganismo y moderar el Cristianismo... Con todo, su fundición y mezcla del Cristianismo y paganismo, nada es más obvio que el nacimiento de esta ley Dominical: los Cristianos adoraban a su Cristo, los paganos a su dios—sol.—H.G. Heggtveit, Illustreret Kirkehistorie," 1895, p. 202.

"Si todos los Domingos han de ser observados por los Cristianos en memoria de la resurrección, entonces cada sábado en memoria de su entierro sea como una maldición de los judíos."—Pope Sylvester, citado por S.R.E Humbert en, "Adversus Graecorum Calumnias," en J.P. Migne, Patrologie, p. 143 [Sylvester (314-337 D.C.) era el Papa en el tiempo cuando Constantino I era Emperador].

"Todos los elementos en absoluto que fueron ordenados para el sábado (Bíblico), nosotros los hemos transferido al día del Señor, siendo mas autoritario, mas respetado y primero en rango, y más honorable que el sábado judaico"—Bishop Eusebius, citado en J.P. Migne, "Patrolegie, " p. 23, 1169-1172. (Eusebius of Caesarea fue un líder Católico de alto rango durante el tiempo de Constantino.)

"Como ya hemos notado, exceptuando a los Cristianos de Roma y Alejandría, la mayoría de los Cristianos estaban observando el sábado del séptimo día por lo menos hasta la mitad del quinto siglo (450 D.C.). Los Cristianos Romanos y Alejandrinos estaban entre aquellos que se convirtieron del paganismo. Empezaron a observar el domingo como un festival alegre religioso en honor al día de resurrección del Señor como en la última parte del siglo segundo D.C. Sin embargo no trataron de enseñar que el Señor o sus Apóstoles lo ordenaran. Es más, ningún escritor eclesiástico antes de Eusebio de Cesarea en el siglo cuarto insinuó, siquiera, que Cristo o sus Apóstoles instituyeron la observancia del primer día de la semana.

"Estos Cristianos Gentiles de Roma y Alejandría empezaron a llamar al primer día de la semana ‘el día del Señor.’ Esto no era difícil de aceptar para los paganos del Imperio Romano siendo que ellos (los paganos), quienes estaban sumergidos en el culto al sol, se referían al dios—sol como su ‘Señor’."—E.M. Chalmers, How Sunday Came into the Christian Church," p. 3.

La siguiente declaración fue hecha 100 años después del decreto pronunciado por Constantino: "Aunque todas las iglesias por el mundo celebren los misterios sagrados en sábado cada semana, los Cristianos de Roma y Alejandría, de acuerdo a ciertas tradiciones antiguas han dejado de hacerlo?’—Socrates Scholasticus, citado en Ecclesiastical History, lib. 5, cap. 22 (escrito poco después de 439 D.C.)

"La gente de Constantinopla, y casi en todo lugar, se congregan el sábado y el primer día de la semana, lo que no acostumbran en Roma o Alejandría."—Hermias Sozomen, citado en Ecclesiastical History, vii, 19 en A Select Library of Nicene and Post-Nicene Fathers, segunda Serie, vol. 2, p. 390. (escrito poco después de 415 D.C.)

"A través de la historia hasta el siglo quinto la observancia del sábado judaico continuó en la Iglesia Cristiana, pero con menos rigor y solemnidad, hasta que desapareció por completo."—Lyman Coleman, en Ancient Christianity Exemplified, cap. 26, sec. 2, p. 527.

"Lo que empezó, sin embargo, como un mandato pagano, terminó como una regla Cristiana; y una larga serie de decretos imperiales, durante el cuarto, quinto y sexto siglos, impusieron con mucho rigor abstenerse de labor en el día domingo."—Hutton Webster, Rest Days," pp. 122-123, 270.

Aquí está el primero de los decretos de la Ley Dominical de un concilio cristiano, dado aproximadamente 16 años después de la primera Ley Dominical de Constantino en el año 321 D.C.: "Los Cristianos no judaizarán ni estarán ociosos en el día sábado (en el original: ‘Sabbato’), sino que trabajarán en ese día, pero el Día del Señor, especialmente honrarán y siendo Cristianos, no trabajarán, si es posible en ese día. Si se encuentran judaizando, serán excomulgados de Cristo."—Council of Laodicea, c. 337 D.C., canon 29, citado en C.J. Hefele, A History of the Councils of the Church, vol. 2, p. 316.

"El guardar el domingo como el día de reposo surgió de la costumbre de la gente y la constitución de la Iglesia (Católica)...Tertuliano fue probablemente el primero en referirse a la cesación de trabajo en el día del Sol; el Concilio de Laodicea promulgó la primera legislación conciliar para ese día; Constantino I promulgó la primera legislación civil."—Padre Vincent J. Kelly, Forbidden Sunday and Feast-Day Occupations, p. 203. [Una tesis presentada a la Universidad Católica de América].

"Aproximadamente en 590 D.C., el Papa Gregorio, en una carta al pueblo Romano, denunció como profetas del Anticristo a aquellos que mantenían que no se debía hacer trabajo en el día séptimo."—James T. Ringgold, The Law of Sunday, p. 267.

En los siglos siguientes, la persecución a los creyentes del sábado Bíblico se intensificó hasta que muy pocos quedaron vivos. Cuando la reforma comenzó, el verdadero sábado era casi desconocido.

"Ahora la Iglesia (Católica) instituyó, por la autoridad de Dios, el domingo como día de culto. La misma Iglesia, por la misma autoridad divina, enseñó la doctrina del purgatorio...Tenemos la misma autoridad para el purgatorio como la tenemos para el domingo."—Martin J. Scott, Things Catholics are Asked About, 1927, p. 236.

"Por supuesto que la Iglesia Católica declara que el cambio (del sábado al domingo) fue acto suyo...Y EL ACTO ES UNA MARCA de su poder eclesiástico."—De la oficina del Cardenal Gibbons, a través del canciller H.F. Thomas, Noviembre 11, 1895.

"Y adoraron al dragón que había dado la potestad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia, y quién podrá lidiar con ella?" Apocalipsis 13:4.

"Estando yo contemplando los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño subía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí, en este cuerno había ojos como ojos de hombre, y una boca que hablaba grandezas." Daniel 7:8.

"Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en mudar los tiempos y la ley: y entregados serán en su mano hasta tiempo, y tiempos, y el medio de un tiempo." Daniel 7:25.

"Y fueron dadas a la mujer dos alas de grande águila, para que de la presencia de la serpiente volase al desierto, a su lugar, donde es mantenida por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo." Apocalipsis 12:14.

CAPÍTULO 27

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